Hoy inician clases los estudiantes en alguna partes del Ecuador. Yo por acá empezaré mis clases de alemán la próxima semana. Chévere este sentimiento de inicio de clases.
Recuerdo que cuando tenía unos 3 o 4 años le pedía a mi mamá que me lleve a la escuelita porque quería aprender lo mismo que mis hermanas mayores. Fue tanta mi insistencia, que un día le dije a mi mamá: -Mami, me voy a la escuelita-. Y me fui, con sólo tres años con mi carril (en ese entonces) en búsqueda de mi sueño, jeje. ¿Se imaginan a un niño de tres años cargado un carril queriendo cruzar solo la Avenida 10 de Agosto? Los que son padres sentirán que la simple idea les pone nerviosos. Y sí, así fue. A mis cortos tres años le pedí a un señor que me ayude a cruzar la calle y ya lo demás era pan comido. Una vez al otro lado de la 10 de Agosto, lo único que tenía que hacer era recorrer un camino, todo recto hasta llegar a la escuela de mis hermanas.
Por supuesto que uno a esa edad no piensa en la magnitud de las consecuencias de sus acciones. Mi mamá se dio cuenta de mi ausencia en la casa y comenzó a buscarme por toda la casa. NO me encontró. Luego alguien le dijo que vio a un pequeñito con un carril en camino hacia la 10 de agosto. Y era de esperarse que las peores ideas se cruzaran en la mente de mi mamá. Pobre la Rutcita (así se llama mi mamá). Tanta angustia, tanto estar con el alma en un hilo para que luego de algunas horas de llamar a la policía, a la cruz roja, a los hospitales, etc., recibiera una llamada de la escuela de mis hermanas comunicándole que hay un niño al frente de la escuela que dice ser hermano de las niñas García. Se acabó la búsqueda. Por cierto, esta fue emprendida solo por mi mamá porque mi papá -con lo “tranquilo” y despreocupado que era- le dijo: -Tranquila mijita, ya ha de aparecer. Y bueno ese es otro cuento. Lo importante es que me encontraron.
La perspectiva de la película era muy distinta desde cada uno de los protagonistas. Mi mamá aterrada por la desaparición de su hijo porque pensaba que algo terrible le pasó. Mi papá creyendo que estaba perdido nomás por el barrio. Las maestras de la escuela pensando “qué niño tan irresponsable” o “pobrecito, se perdió”. Y yo pues, solamente quería ir a la escuela y lo logré. Llegué a la escuela. Obviamente no recibí clases ni nada por el estilo, pero logré mi propósito. Al final, cuando mi mamá me fue a retirar, me encontró “campante” comiendo un mote que me había regalado la señora que tenía un puesto en aquella institución educativa. Qué lindos recuerdos!
Hoy me enfrento a otro reto, a otro inicio. Estoy en una sociedad distinta, con gente nueva, idioma desconocido, costumbres diferentes. Sí, voy a iniciar mis clases de alemán para después poder continuar mis estudios y obtener un masterado acá en Alemania. Qué bueno sería tener esa despreocupación y tranquilidad como cuando era niño. Sin ver las barreras que tenía en mi camino y sin saber que dejaba a mi madre con los nervios de punta simplemente decidí ir a la escuela y lo hice.